La sanación y los sistemas de medicina

Pedro San José – Julio 2009

La vida humana es inestable. Si observamos la historia de la vida y el propio surgimiento de la vida humana, nos maravillamos de la complejidad del funcionamiento de nuestro organismo, nuestra fisiología y la homeostasis de nuestros órganos. Nos asombramos más aun si contemplamos cómo ha surgido la conciencia en nosotros, y como se integra nuestra bioquímica, nuestros humores, nuestras emociones y nuestro pensamiento en un todo único, con la consecución de una unidad individual, con capacidad finalista y de elección, de creación y transformación, y autonomía durante 70  o más años. Contemplo al hombre como un conjunto fisiológico en el que se integran miles de billones de billones de átomos organizados entre sí, con una estructura de colmena fisiológica, con maquinas maravillosas altamente especializadas: el corazón, el hígado, el riñón, el estomago, el cerebro, que organizan aparatos fisiológicos cooperativos, sometidos a un funcionamiento homeostático y a un funcionamiento sinérgico e interrelacionado, creando un universo orgánico propio (microcosmos), que surge de un designio marcado por miles de años de evolución de la especie, sintetizado en una compleja molécula de información, el ADN, que se transmite de padres a hijos y que lleva el poder de reproducir nuevos seres vivos pensantes.

A pesar de ello, este complejo maravilloso es inestable. Está sometido a la tendencia al desorden de todos los fenómenos naturales, a la decadencia y a la muerte, que al final siempre vencerá a la vida.  Continuamente tiene que ser regulado, ajustado y rectificado, no solo en su fisiología, sino en sus emociones, en sus procesos mentales, en su interrelación con el medio. La vida en armonía es el resultado de un adecuado ajuste y adaptación continua del ser humano a su medio y a sus fines. La disarmonía, causante de enfermedades y eventualmente de la muerte fisiológica, es el resultado de los fallos, causados o permitidos por el ser humano, en el funcionamiento de nuestro organismo y nuestras vidas.

¿Cuál es el meollo de la vida humana?, ¿Qué es lo que provoca salud o enfermedad?, y ¿Cuál es el sistema para ayudar a solucionar los problemas humanos de forma que las personas logren vivir una vida plena, relativamente ausente de enfermedades? Se han organizado sistemas de medicina, considerados como sistemas de cuidado o cura de los problemas de salud, como respuesta a estas preguntas. Los sistemas de medicina son respuestas situadas dentro de una cultura, diferentes según la consideración que las diferentes sociedades realizan de la vida humana. Los modelos conceptuales propuestos para explicar el funcionamiento humano determinado por cada cultura, pueden ser unificados en tres diferentes arquetipos: el modelo mecanístico, el modelo organísmico y el modelo holístico.

El modelo mecanístico o biofísico contempla el ser humano como una maquina formada por aparatos y órganos, y percibe el sistema de medicina como una proyecto de ingeniería, dirigido a reparar y reemplazar los componentes averiados del mecanismo humano, hasta que el conjunto del sistema mecánico queda inservible. Este modelo interpreta el cuerpo humano como una suma de partes, y asume un modelo reduccionista, que simplifica las actuaciones médicas al nivel orgánico. Por supuesto es un modelo que no entiende de flujos energéticos, de psicología, ni de componentes mentales o espirituales de la salud y enfermedad. Su forma de intervención es invasiva, e instrumental. Su actuación preferente es la cirugía y el tratamiento siempre es mediado por la tecnología. El paciente es pasivo, y no puede intervenir en la mejora de sus problemas sanitarios, salvo en el mantenimiento de hábitos físicos saludables. Es necesario decir que el desarrollo de la cirugía, y de los cuidados intensivos, han permitido avances importantes en la medicina moderna, basándose en este modelo. La vida humana es percibida como la energía que hace funcionar la máquina humana, y que se mantiene mientras sus componentes están en buenas condiciones. Las enfermedades son el deterioro de los órganos,  producido por malfuncionamiento (vgr. aparición de placas de ateroma en los vasos sanguíneos como consecuencia de alimentación inadecuada o propensión genética, o la aparición de tumores que deterioran la vida orgánica, producidos por desviaciones del funcionamiento celular), por la invasión externa de infecciones o parásitos, por accidentes o por decadencia de los tejidos, consecuencia de amortización de los órganos, diseñados solo para un funcionamiento adecuado durante un número limitado de años. El trasplante universal de los órganos sería considerado el sistema definitivo de alargar la vida humana.

El reduccionismo de este modelo es la crítica fundamental al mismo. El ser humano no es una maquina orgánica, formada por componentes rígidos que pueden ser intercambiables. El modelo mecanístico no tiene en cuenta las enfermedades de sistema, y mucho menos considera el conjunto como una unidad en sí misma, más allá que una estructura mecánica compleja. El origen de la enfermedad, salvando las causas infecciosas o por traumatismo, permanece en la oscuridad, y solo son atribuidas a causas genéticas o intrínsecas. Para estas causas los médicos han inventado el término “idiopático”, que en realidad significa “no tengo idea del origen”. La vida humana es material. La fisiología de sistema solo se considera como los vasos comunicantes de los órganos, concebidos como sistemas biofísicos interconectados. No existe vida energética como un sistema unificado, y mucho menos la interdependencia entre el nivel psicológico o mental. Existe un claro dualismo entre la vida física y la vida mental o espiritual, siendo dos esferas de vida independiente. El sistema de medicina solo se ocupa de la vida orgánica y material. En su versión radical se llega a defender la inexistancia de vida espiritual.

El modelo organísmico o fisiológico pone el énfasis en la teoría de sistemas para concebir la vida humana como un sistema orgánico interconectado, en el que la base principal no son los órganos, sino las unidades fisiológicas definidas por su función: el sistema digestivo, el sistema excretor, el aparato circulatorio. Si bien los órganos son componentes de los sistemas fisiológicos, estos son algo más que una suma mecánica, ya que la función que ejercen precisa un nivel de organización superior. Su modelo de actuación médica es la medicina interna, que entiende principalmente de modelos homeostáticos (iguales condiciones de funcionamiento) y de sistemas finalistas definidos por su función, en el que el espacio de interés para el médico son las interacciones orgánicas (un edema pulmonar no se explica como un fallo del pulmón, sino como un problema de sistema en el que están involucrados al menos el pulmón, el corazón, el riñón y otros órganos. El modelo organísmico define la vida humana como un equilibrio fisiológico, cuya alteración creará consecuencias en los órganos y tendrá como consecuencia el desequilibrio en la función, que siempre es un fallo del sistema unificado. En este modelo el todo si es más que las partes. Sin embargo se mantiene una división completa entre el modelo fisiológico-material y los sistemas psicológicos, emocionales o mentales. Si bien se acepta el impacto del estrés, por ejemplo, en el sistema simpático, y por tanto en varios sistemas orgánicos, con efectos fisiológicos de sobrecarga, no se establece una correlación avanzada y de matiz entre los componentes emocionales o mentales y los sistemas fisiológicos. Por supuesto la vida espiritual se considera algo separado y con escasa relación con la vida orgánica. Al menos, no es en absoluto foco o materia de actuación del sistema de medicina.

Estos dos paradigmas, con diferentes variantes y asunciones, han dado lugar a los sistemas de medicina occidentales, que si bien han logrado avanzar importantemente en la comprensión del funcionamiento de los órganos y actuar con gran impacto en múltiples problemas sanitarios, tienen profundas limitaciones al actuar sobre un sistema integrado de salud, y han sido origen de importantes iatrogenias (enfermedades creadas por el médico), debido a su intervencionismo o actuación poco sutil al interferir en el funcionamiento de los sistemas orgánicos. Estos modelos están limitados para comprender las causas finales de porqué tenemos salud o porqué enfermamos, e integrar todos los componentes del origen de las enfermedades, por lo que limitan sus actuaciones a los tratamientos curativos de los problemas agudos y al sostenimiento orgánico de los problemas crónicos, ocupándose más del control de las secuelas de la enfermedad crónica, que de atender a su origen.

El modelo holístico de medicina se basa en la concepción del ser humano, y del conjunto lo existente, como un gran sistema holístico integrado. Holístico es un término que viene de “holon”, utilizado en primer lugar por Arthur Koestler, que significa nivel de organización de un sistema, que integra e incluye a los niveles inferiores, y al tiempo supone un nivel superior de organización, en el que aparecen nuevas propiedades y capacidades funcionales. Existe un proceso creativo ascendente, a través del cual los niveles inferiores son integrados en el superior y afectan al superior, y un proceso creativo descendente, en virtud del cual, los niveles superiores influyen decisivamente en los niveles inferiores. Holarquia, de acuerdo con Ken Wilber sería el sistema ordenado de acontecimientos en función de su capacidad holística. La vida humana sería una holarquia, en la que el nivel material orgánico sería el nivel inferior, seguido del nivel de sistema fisiológico, del nivel de sistema emocional–funcional, del nivel psicológico –mental, y del nivel superior o espiritual en el sentido individual, o del nivel de entorno natural, entorno social y entorno universal, en sentido colectivo. El conjunto es una unidad interdependiente con funcionamiento unificado, cuyas influencias se realizan a todos los niveles, por lo que no es posible concebir la actuación a un nivel sin afectar a los otros. Así, un mal funcionamiento orgánico provocará disturbios emocionales y mentales, y también afectará al comportamiento personal y social. Igualmente, el exceso emocional, por ejemplo ansiedad o miedo, debido a experiencias negativas de la persona, afectará definitivamente determinados órganos, definidos como órganos diana, dentro de un mapa de referencia de relaciones entre los sistemas energéticos y los sistemas orgánicos. Existen también las relaciones de interdependencia horizontales, de forma que una alteración en un sistema o en un nivel existencial, afectará a otros sistemas orgánicos o a otros niveles existenciales. Por ejemplo un exceso de miedo puede cursar con exceso de angustia, lo mismo que una hepatitis puede ir seguida de una úlcera de estomago.

Desde esta perspectiva, el que sufre la desarmonía, la enfermedad, es el individuo en su conjunto. No existen órganos enfermos, ni sistemas orgánicos alterados, sino el conjunto de la persona es la que está sufriendo el problema de salud, por lo que la personalización de los cuidados es fundamental. Cuando una persona enferma se complica el funcionamiento de los órganos y sistemas orgánicos, y también se alteran emociones, se disturban energías y el funcionamiento del conjunto de la persona queda dificultada. Por otro lado, el meollo del problema de salud está en el fondo vital de la persona, que se manifiesta de múltiples formas, por lo que podremos decir que si podemos actuar, o el interesado puede actuar, en la modificación de su centro vital, podrá intervenir radicalmente en su propio cuidado. Lo que llamamos fondo vital ha sido interpretado como la integración del eje espiritual-mental-emocional de la vida humana. Sabemos que existen interacciones básicas entre nuestro funcionamiento espiritual, mental,  emocional, inmunológico, hormonal y orgánico, a través del cual el conjunto de las funciones vitales se expresan, incluyendo el horizonte vital, el mundo de los valores, los hábitos, el entorno fisiológico y hormonal, y el funcionamiento de cada órgano controlado por neurotransmisores específicos.

En este contexto el paciente se convierte en agente y en director de sus decisiones vitales, y por tanto, el sistema de medicina es interpretado como un sistema de apoyo y ayuda para estimular la capacidad del interesado en movilizar sus propios poderes curativos.

En este modelo es posible hablar, por ejemplo, que un exceso de angustia crónica, provocada por decisiones erróneas tomadas en un momento de la vida, va a afectar al funcionamiento del aparato digestivo, con la aparición inicial de ulceras duodenales, por exceso de producción de acido, quizás provocado por la incidencia coincidente de H. Pilory en el jugo gástrico del individuo. También provocará un exceso de miedo, debido al negativismo de su pensamiento, lo que contribuirá a crear cálculos renales. Es posible también que si la angustia de base no es atendida, aparecerá con el tiempo un cáncer de páncreas, cuyo origen, siendo multicausal, está claramente mediado por la influencia fisiológica de esta emoción prevalente, y que le llevará a la muerte. Desde esta perspectiva ¿qué es lo que hay que tratar, el cáncer, la ulcera duodenal, el trastorno fisiológico del aparato digestivo, la angustia de base, la alteración energética provocada en el meridiano del estomago o del riñón según la acupuntura, o el cambio en el horizonte vital de la persona?

Es evidente que las formas de atención sanitaria son múltiples, y que sistemas con paradigmas diferentes pueden actuar cooperativamente, siempre que no dañen los sistemas orgánicos sino que los potencien. Una propuesta terapéutica formada por una cirugía reparadora, una dieta o hábitos adecuados y una actuación holística dentro de medicina natural sería muy adecuada. El sistema de medicina típico de un modelo holístico son las medicinas naturales, que siempre consideran al conjunto del individuo como un todo unificado e interdependiente. Los sistemas naturales de medicina integran las actuaciones en un sentido multidimensional, pretendiendo no solo la salud física, sino también emocional y espiritual. Tenderán a simbolizar la actuación sanitaria en torno a una conceptualización unificada del ser humano, a través de su interpretación como una unidad funcionante a través de energías vitales básicas (vgr. medicina Ayurvédica), canales energéticos combinados con los orgánicos (vgr. medicina clásica china), y correlaciones entre los sistemas emocionales, mentales y fisiológicos. Suponen una aportación cooperativa a la percepción del entorno fisiológico de la medicina occidental.

En este ámbito de reflexión es donde surge la opción de la Sanación. Entendemos sanación como una actuación decisiva de ayuda y apoyo al meollo de la mente-corazón humana, de forma que actué decisivamente sobre su estado de salud. Necesitamos distinguir la sanación de la curación o la atención sanitaria en sentido genérico, ya que la sanación implica la actuación sobre el conjunto de los sistemas holísticos de una forma global, no a través de una actuación particular sobre uno de los sistemas o un órgano, incluso aunque los efectos de la sanación puedan ser específicos. Sanación es pues, la movilización de las energías sanadoras o armonizadoras básicas que tenemos todos los individuos, bien de forma autónoma o por intervención externa, a través de un sanador. El sanador es la persona dotada de la capacidad para la movilización de los niveles superiores del ser humano en un sentido beneficioso para la vida del individuo, con independencia de la técnica que utilicen.  Los grandes sanadores son también a menudo, grandes figuras, líderes y prototipo de la vida humana, ya que abordan el sufrimiento humano como una experiencia vital global, tenga o no como resultado la aparición de una enfermedad física, y en consecuencia realizan propuestas desde el plano ético y existencial de la vida humana.

La sanación es la opción sanitaria más decisiva del futuro. Si somos capaces de actuar en el centro de nuestros problemas vitales, de conseguir el desarrollo de la plenitud humana, y de entender nuestros problemas de salud como problemas de nuestras condiciones vitales, estaremos alcanzando los niveles de conciencia necesarios para un verdadero sistema holístico de salud. Para ello será necesario vivir desde un diferente nivel de conciencia. Mientras tanto necesitaremos a los sanadores… y previsiblemente no los encontremos en nuestros hospitales o centros sanitarios, sino en medio de la sociedad, como personas llenas del espíritu necesario para que se conviertan en ángeles compañeros de nuestra vida. El encuentro con un sanador será siempre una experiencia transcendente.

 

 

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